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Esta é a vida eterna: que te conheçam, o único Elohim verdadeiro, e a Yeshua o Messias, a quem enviaste. JOÃO 17:3
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¿QUIEN HABITARA EN EL CIELO?

¿QUIEN HABITARA EN EL CIELO?

“los cielos son los cielos de Jehová…” Salmo 115:16, y aunque esto parezca irónico, en lugar de que los hombres cesen en su vano empeño de poner su mirada en los cielos como algo que se puede alcanzar, por el contrario, el cielo se ha tornado aún más codiciable para toda la humanidad.

En la historia sagrada y también en la historia universal encontramos que unos doscientos años después del Diluvio, cuando la familia de Noé se había multiplicado y se había hecho un pueblo grande, todos se pusieron de acuerdo en edificar una torre que llegase hasta el cielo. Esto lo registra el libro de Génesis 11:4 “…Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue hasta el cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.”

Esta generación en medio de su ignorancia creía poder alcanzar los cielos y tocarlos.
Estas ideas se tornaron en todo un tratado doctrinal por medio de los grandes filósofos paganos, antes de Cristo.

La invariabilidad de las posiciones relativas de las estrellas, hizo a los antiguos suponer que todas se hallaban a igual distancia de la tierra, y como enclavadas en algo, que por necesidad debía de ser corpóreo y aún compacto y duro. El filósofo Anaximeno, sin duda por esta consideración y otras análogas que nos expone Plutarco, enseñaba la solidez de los cielos y hasta decía que estaban formados de tierra. De esta misma opinión era Aristóteles, que aún creía que el cielo tenía alma; opinión que con alguna fortuna se sostuvo hasta que Ptolomeo con fundadas razones lo combatió, si bien para caer en el error de suponerlo fluido, pero eminentemente elástico y sin resistencia.

La doctrina de la metempsicosis (o sea la trasmigración o reencarnación) de Pitágoras establece que las almas, después de purificadas van también al cielo como lugar de los elegidos, idea de que también participó Platón, y esto se presume y se conforma con la opinión entonces admitida de los cielos corpóreos. Pero aún más lejos que todos éstos, va la doctrina cabalística, adoptada por Mahoma y muy extendida por largo tiempo en los pueblos llamados cristianos. Estas ideas aunque modificadas, se popularizaron en Grecia y más tarde en todos los pueblos a que aquella llevó la civilización con el triunfo de sus armas, y dieron origen a la multitud de dioses y semidioses, héroes, y ninfas que poblaban los bosques, ríos, hogares, infierno y cielos. Habría bastado para destruir estos sistemas la aparición de Nuestro Señor Jesucristo y la divulgación de su admirable doctrina, si no fuese la rutina y la tradición que tanto imperó en el ánimo de los hombres; hasta que se hacen sordos y ciegos para oír la voz de la naturaleza ni ver la luz que irradia toda la obra del hacedor. Estos datos están tomados del Diccionario Enciclopédico Hispano Americano. Tomo V, páginas 46-47 Artículo “CIELO”.

Grandiosas descripciones hicieron del cielo como morada de eterna ventura para las almas que llegaban allí, el profeta Isaías y el Evangelista Juan; pero Pablo advierte que los ojos no han visto, ni los oídos escuchado, ni el corazón del hombre sentido, cuánta y cuál sea la felicidad que Dios prepara a los que le aman. (1ª. Corintios 2:9).

Conviniendo los teólogos en que las excelencias del cielo exceden a todo lo que los sentidos pueden conocer y el pensamiento imaginar, señalan diversos grados de esta felicidad de los que disfrutarán los elegidos en la proporción de sus merecimientos; dice el concilio de Florencia. A esta decisión sirvieron de base los sagrados textos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi padre muchas moradas hay; de otra manera os lo hubieras dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo; para que donde yo estoy vosotros también estéis”. Juan 14:1-3.

¿Observó usted bien estos datos? Pues bien: Es de esta manera como han venido los hombres acariciando una ilusión vana. Desde entonces dice David “Ponen en el cielo su boca, y su lengua pasea la tierra” (Salmo 73:9). Y así avivando el corazón de las criaturas por una hoguera de ideas totalmente ajenas a los propósitos y doctrinas de nuestro padre, de tal manera que cabe hacer mención de las palabras de Dios, que dijo por medio del profeta Jeremías: “No envié yo aquellos profetas, y ellos corrían: Yo no les hablé, y ellos profetizaban. Hasta cuándo será esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón? (Jeremías 23:21, 26).

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